Separar trabajo y ocio

Separar trabajo y ocio no es fácil cuando tu hobby se convierte en tu fuente de ingresos. Al menos no lo es para mí.

Una compañera me comentaba cómo escribir tutoriales sobre pintura había coartado su creatividad. En su cabeza se mezclaban las ganas de pintar porque sí con buscarle una utilidad al resultado. Al cambiar de objetivo y querer matar dos pájaros de un tiro, la diversión se volvía una obligación.

La iniciativa espontanea, la chispa que le había motivado, se apagaba a medida qué pensaba en qué tema de interés podía cubrir en el tutorial, la necesidad de parar durante el proceso para fotografiar los pasos que ilustrasen el texto…

A mí me ha pasado con el dibujo y la pintura. Poco a poco estoy volviendo a dibujar lo que me apetece en mi tiempo libre sin echarme encima la presión de obtener un buen acabado. Casi se puede decir que hago terapia con una libreta con un papel tan malo que es imposible exigirse a uno mismo algo más que pasar un buen rato.

Desde hace unas semanas y durante un par de meses estaré liada pintando una serie. Es un trabajo personal: el tema, los materiales, las dimensiones, etc; los he elegido yo; pero el objetivo final es profesional y conlleva comprometerse con unos estándares y fechas de entrega. Al final algo que habías elegido hacer por gusto lo conviertes también en una obligación.

Si me tienta pintar otra cosa de mientras, me convenzo a mí misma de que es una mala idea: no tengo tiempo y energía para pintar ambas cosas, no debería distraerme, bla, bla, bla… Lo peor de todo es que pese a no estar del todo de acuerdo con estos argumentos, el cargo de conciencia suele salirse con la suya.

Incluso mi afición a escribir online se volvió un trabajo y prácticamente he dejado de publicar aquí por desconectar, pero una actividad profesional no te aporta lo mismo que cuando desempeñas la misma actividad por motivos personales.

Digo yo que si he recuperado el dibujo como pasatiempo, también soy capaz de retomar el blog.